Te abrazo.
Acaricio tu pelo.
Tu rostro.
Por tu frente deslizo mis dedos
recorro tu ojos cerrados
la pendiente de tu nariz.
Tu respiración
tibia, entrecortada.
Encuentro tus labios
entreabiertos
y suavemente los acaricio
me introduzco
quiero ser mordido, absorbido por tu boca.
Y de seda
me descuelgo por tu cuello
hacia tus pechos, rodeándolos
en un juego que los despierta del sueño
y aún somnolientos
me responden
duros.
Bajo mi mano
la hago caminar por tu vientre cálido
y más allá de el, mi dedos
son atrapados por la oscuridad de tu bosque
una y otra vez, se enredan
y descubren el tesoro oculto
rígido, tuyo.
Y se quedan allí, en ti
bañándose
provocando rompiente y locura
del mar que se avecina.
.
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